En un campo de matojos el niño encontró una flor.
Estaba tras las piedras, rodeada de hierbajos, pero la flor
estaba.
El niño salió de allí y se encontró, una flor. Los hierbajos
le quitaban la luz a la flor. Pero aparecieron en su vida los nutrientes necesarios
para germinar.
Aprovechando aquel viaje a las islas la vida le empezó a
sonreír. O mejor dicho, le empezó.
Así, la flor brilló y relució con su inestimable belleza en
aquel campo de la vida.