Mientras veía las hormigas pasar con sus provisiones el niño
reflexionaba.
El avituallamiento hormiguil era de una complejidad
impactante. Casi como la vida que veía pasar… Y pasaba
Y pasaba, y pasaba. Pero nunca asistía.
Asistir hubiera sido un plato difícil de digerir, como un
trago de alcohol de colonia, como si el viento empujara a las hormigas hacia el
lado opuesto a su meta.
Pero ellas avanzaban sin descanso. Haciendo acopio de
fuerzas lograban su objetivo. Incluso cargaban con 10 veces su peso. ¡Toda una
hazaña!
Pero sin soportar el peso que más aplasta, que atrofia, que
cansa, que debilita, que absorbe.
Ellas avanzan sin soportar el peso del alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario