Menudo atracón se dio aquel día, estaba a rebosar. Tuvo que desabrocharse el cinturón incluso. Se desabrochó tanto que se salió.
Y al salir, se salió, y escribió como nunca.
Así que escribió, pasó largo rato opinando, nadando en la charca de ideas, donde los juncos son canas y las islas abundan y tienen nombre. Y son nombradas, por la escasez, o escogidas, por la abundancia.
Atracó en una de ellas. Estaba rodeada, todas flotaban, bailaban, marcaban el ritmo del hilo mental, le hacían pasear. Pero pasaba. Y saltó, nadó y cayó en nada. ¿Nada? ¡Para nada!
Por la idea de la mañana embarcó, subió, y dijo "todo a labor". Y siguió a labor, por lo que terminó. Y el texto terminó.
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