Poeta acobardado, aplastado, por el precio del halago, propio o expropiado.
Idos, dijo al llegar, vuestros piropos no necesito, no soy un mito, ¿Me explico?
Y se explicó, se marchó y creó.
Pero quedó solo, mintiendo en su mente al menester de sus ideas, dignas de un demente. Para siempre.
O no siempre. Porque llegó la muerte. Y le preguntó - ¿Qué has hecho en vida?
- ¡Vivir! - Respondió
- Vivir rodeado de papeles, muchos y crueles, rozando el delirio, ni calor ni frío. ¿Qué sentiste, entonces, viviendo solo en un sin vivir?
- Sentí mi ser, escrito y descrito, maldito... No conozco placer más sencillo, que el de escribir sin ver a nadie más que a ti mismo.
- ¿Ese es el mayor placer conocido por alguien tan culto y admirado como usted?
- Sí
- Ahora le toca morir. ¿Algo qué decir?
- Enseñeme a vivir, sin dejar de escribir...
Al menos murió en el papel
ResponderEliminarY vivió allí, o eso decía
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